Pro Francisco

(José M. Vidal).- Audiencia papal en una Plaza de San Pedro que, como siempre, se sigue llenando de gente. En su catequesis, Francisco
glosa el pasaje evangélico del ciego de Jericó. Un ciego que, por la
misericordia de Jesús, pasa de "mendigo a discípulo" y nos muestra el
camino a seguir a todos los creyentes. Porque seguir a Jesús significa
"colocar a los excluidos en el centro del propio camino"


Lectura del pasajé del ciego de Jericó del evangelio de Lucas: "¡Jesús, hijo de David, ten piedad de mí!"


Algunas frases de la catequesis del Papa


"Vamos a acercarnos al significado de este signo"



"Un ciego, en aquellos tiempos y hast ano hace mucho, sólo podía vivir de limosnas"



"Representan a tantas personas que hoy se encuentran marginados a causa de una discapacidad física o de otro tipo"



"El camino puede ser un lugar de encuentro, pero también de soledad"



"Gente que pasa y él está solo"



"Es triste la imagen de un marginado, con la espléndida Jericó al fondo"



"Minetras el ciego grita, invocando a Jesús, la gente lo recrimina
y lo quiere hacer callar. Como si no tuviese derecho a hablar. No
tienen compasión de él. Le molestan sus gritos"



"Cuantas veces, al ver a los pobres en la calle, nos molesta".



"Ante los refugiados, sentimos fastidio"



"La indiferencia y la hostilidad nos vuelven ciegos y sordos. Nos impiden ver a los hermanos"



"Cuando esta indiferencia y hostilidad se tornan agresiones y insultos. 'Echadlos fuera'"



"Cuando pasa Jesús siempre hay liberación y salvación"





"Este ciego ve con los ojos de la fe"



"Jesús saca al ciego de los márgenes del camino y lo coloca en el centro de la atención de los discípulos"



"Doble paso. Primero: Jesús obliga a todos a tomar conciencia de
que el anuncio significa poner en el centro del propio camino al
excluido"



"La fe le abre la vía de la salvación al ciego"



"El paso del Señor es un encuentro de misericordia, que todo lo une en torno a Él"



"En nuestra vida también pasa Jesús. Y, cuando pasa Jesús, me invita a acercarme a Él y a ser mejor"



"Dios se hace siervo del hombre pecador"



"El ciego se siente amado por Jesús"



"Y se hace discípulo. De mendigo a discípulo. Éste es nuestro camino"



"Todos somos mendigos y todos debemos pasar de mendigos a discípulos"



"El que querían hacer callar, ahora da terstimonio en voz alta"



"Jesús infunde su misericordia entre todos los que encuentra"



"Dejémonos llamar por Jesús, curar por él y sigámosle"



Texto completo del saludo del Papa en español


El Evangelio que acabamos de escuchar nos muestra a Jesús que,
acercándose a Jericó, restituye la vista a un ciego que mendigaba en el
orilla del camino. La figura de este hombre representa tristemente a
tantas personas que, aún hoy, sufren discriminación y rechazo por parte
de los demás. Es llamativo que este marginado a las puertas de Jericó,
ciudad bíblica que simboliza la entrada a la tierra prometida, en lugar
de encontrar compasión y ayuda del prójimo, como pide la ley que Dios
dio a su pueblo, encuentra en cambio insensibilidad y rechazo.


Como entonces, también ahora la indiferencia y la hostilidad
causan ceguera y sordera, que impiden percibir las necesidades de los
hermanos y reconocer en ellos la presencia del Señor. En contraste con
esta actitud, Jesús que pasa, no es indiferente al grito del ciego que,
movido por la fe, quiere encontrarlo e invoca su ayuda. Y el Señor, como
humilde servidor, escucha la súplica del ciego y le devuelve la vista.
Gracias a su fe, el hombre ve, pero sobre todo, experimenta el amor de
Dios que, en Jesús, se hace siervo de todos nosotros pecadores.
***
Saludo
cordialmente a los peregrinos de lengua española, en particular a los
grupos provenientes de España y Latinoamérica. Que Cristo, en el que
brilla la fuerza de la misericordia de Dios, ilumine y sane también
nuestros corazones, para que aprendamos a estar atentos a las
necesidades de nuestros hermanos y celebremos las maravillas de su amor
misericordioso. Muchas gracias.



Texto completo de la catequesis del Papa Francisco


Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!


Un día Jesús, acercándose a la ciudad de Jericó, realizó el
milagro de restituir la vista a un ciego que mendigaba a lo largo del
camino (Cfr. Lc 18,35-43). Hoy queremos aferrar el significado de este
signo porque también nos toca directamente. El evangelista Lucas dice
que aquel ciego estaba sentado al borde del camino pidiendo limosna
(Cfr. v. 35). Un ciego en aquellos tiempos - incluso hasta hace poco
tiempo atrás - podía vivir solo de la limosna. La figura de este ciego
representa a tantas personas que, también hoy, se encuentran marginadas a
causa de una discapacidad física o de otro tipo. Está separado de la
gente, está ahí sentado mientras la gente pasa ocupada, en sus
pensamientos y tantas cosas... Y el camino, que puede ser un lugar de
encuentro, para él en cambio es el lugar de la soledad. Tanta gente que
pasa. Y él está solo.


Es triste la imagen de un marginado, sobre todo en el escenario de
la ciudad de Jericó, la espléndida y prospera oasis en el desierto.
Sabemos que justamente a Jericó llegó el pueblo de Israel al final del
largo éxodo de Egipto: aquella ciudad representa la puerta de ingreso en
la tierra prometida. Recordemos las palabras que Moisés pronunció en
aquella circunstancia; decía así: «Si hay algún pobre entre tus
hermanos, en alguna de las ciudades del país que el Señor, tu Dios, te
da, no endurezcas tu corazón ni le cierres tu mano. Es verdad que nunca
faltarán pobres en tu país. Por eso yo te ordeno: abre generosamente tu
mano el pobre, al hermano indigente que vive en tu tierra» (Deut.
15,7.11). Es agudo el contraste entre esta recomendación de la Ley de
Dios y la situación descrita en el Evangelio: mientras el ciego grita -
tenia buena voz, ¿eh? - mientras el ciego grita invocando a Jesús, la
gente le reprocha para hacerlo callar, como si no tuviese derecho a
hablar. No tienen compasión de él, es más, sienten fastidio por sus
gritos. Eh... Cuantas veces nosotros, cuando vemos tanta gente en la
calle - gente necesitada, enferma, que no tiene que comer - sentimos
fastidio. Cuantas veces nosotros, cuando nos encontramos ante tantos
prófugos y refugiados, sentimos fastidio. Es una tentación: todos
nosotros tenemos esto, ¿eh? Todos, también yo, todos. Es por esto que la
Palabra de Dios nos enseña. La indiferencia y la hostilidad los hacen
ciegos y sordos, impiden ver a los hermanos y no permiten reconocer en
ellos al Señor. Indiferencia y hostilidad. Y cuando esta indiferencia y
hostilidad se hacen agresión y también insulto - "pero échenlos fuera a
todos estos", "llévenlos a otra parte" - esta agresión; es aquello que
hacia la gente cuando el ciego gritaba: "pero tu vete, no hables, no
grites".


Notamos una característica interesante. El Evangelista dice que
alguien de la multitud explicó al ciego el motivo de toda aquella gente
diciendo: «Que pasaba Jesús de Nazaret» (v. 37). El paso de Jesús es
indicado con el mismo verbo con el cual en el libro del Éxodo se habla
del paso del ángel exterminador que salva a los Israelitas en las
tierras de Egipto (Cfr. Ex 12,23). Es el "paso" de la pascua, el inicio
de la liberación: cuando pasa Jesús, siempre hay liberación, siempre hay
salvación. Al ciego, pues, es como si fuera anunciada su pascua. Sin
dejarse atemorizar, el ciego grita varias veces dirigiéndose a Jesús
reconociéndolo como Hijo de David, el Mesías esperado que, según el
profeta Isaías, habría abierto los ojos a los ciegos (Cfr. Is 35,5). A
diferencia de la multitud, este ciego ve con los ojos de la fe. Gracias a
ella su suplica tiene una potente eficacia. De hecho, al oírlo, «Jesús
se detuvo y mandó que se lo trajeran» (v. 40). Haciendo así Jesús quita
al ciego del margen del camino y lo pone al centro de la atención de sus
discípulos y de la gente. Pensemos también nosotros, cuando hemos
estado en situaciones difíciles, también en situaciones de pecado, como
ha estado ahí Jesús a tomarnos de la mano y a sacarnos del margen del
camino a la salvación. Se realiza así un doble pasaje. Primero: la gente
había anunciado la buena noticia al ciego, pero no quería tener nada
que ver con él; ahora Jesús obliga a todos a tomar conciencia que el
buen anuncio implica poner al centro del propio camino a aquel que
estaba excluido. Segundo: a su vez, el ciego no veía, pero su fe le abre
el camino a la salvación, y él se encuentra en medio de cuantos habían
bajado al camino para ver a Jesús. Hermanos y hermanas, el paso del
Señor es un encuentro de misericordia que une a todos alrededor de Él
para permitir reconocer quien tiene necesidad de ayuda y de consolación.
También en nuestra vida Jesús pasa; y cuando pasa Jesús, y yo me doy
cuenta, es una invitación a acercarme a Él, a ser más bueno, a ser mejor
cristiano, a seguir a Jesús.


Jesús se dirige al ciego y le pregunta: «¿Qué quieres que haga por
ti?» (v. 41). Estas palabras de Jesús son impresionantes: el Hijo de
Dios ahora está frente al ciego como un humilde siervo. Él, Jesús, Dios
dice: "Pero, ¿Qué cosa quieres que haga por ti? ¿Cómo quieres que yo te
sirva?" Dios se hace siervo del hombre pecador. Y el ciego responde a
Jesús no más llamándolo "Hijo de David", sino "Señor", el título que la
Iglesia desde los inicios aplica a Jesús Resucitado. El ciego pide poder
ver de nuevo y su deseo es escuchado: «¡Señor, que yo vea otra vez! Y
Jesús le dijo: Recupera la vista, tu fe te ha salvado» (v. 42). Él ha
mostrado su fe invocando a Jesús y queriendo absolutamente encontrarlo, y
esto le ha traído el don de la salvación. Gracias a la fe ahora puede
ver y, sobre todo, se siente amado por Jesús. Por esto la narración
termina refiriendo que el ciego «recuperó la vista y siguió a Jesús,
glorificando a Dios» (v. 43): se hace discípulo. De mendigo a discípulo,
también este es nuestro camino: todos nosotros somos mendigos, todos.
Tenemos necesidad siempre de salvación. Y todos nosotros, todos los
días, debemos hacer este paso: de mendigos a discípulos. Y así, el ciego
se encamina detrás del Señor y entrando a formar parte de su comunidad.
Aquel que querían hacer callar, ahora testimonia a alta voz su
encuentro con Jesús de Nazaret, y «todo el pueblo alababa a Dios» (v.
43). Sucede un segundo milagro: lo que había sucedido al ciego hace que
también la gente finalmente vea. La misma luz ilumina a todos uniéndolos
en la oración de alabanza. Así Jesús infunde su misericordia sobre
todos aquellos que encuentra: los llama, los hace venir a Él, los reúne,
los sana y los ilumina, creando un nuevo pueblo que celebra las
maravillas de su amor misericordioso. Pero dejémonos también nosotros
llamar por Jesús, y dejémonos curar por Jesús, perdonar por Jesús, y
vayamos detrás de Jesús alabando a Dios. ¡Así sea!


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